Cartonajes Malagueños es una fábrica de cajas de cartón en Málaga capital que, desde 1984, constituye un referente en todo lo relacionado con el cartonaje, el packaging, las cajas de cartón para mudanzas y el mundo del embalaje en general. Factoría y tienda, esta empresa encierra una historia, la de su fundadora –Carmen Ots Luna– que podría resumirse en dos palabras: esfuerzo y pasión.
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Carmen Ots Luna, la fundadora
“En 1980 empecé a trabajar en una fábrica de cartón en Córdoba. Las jornadas eran de 12 horas diarias. Pasé tres años allí, encargándome de las impresiones en cartón, dejándome la piel y en condiciones laborales muy precarias”. Así comienza el relato de Carmen, una mujer que transmite alegría de vivir desbordante.
Aquella experiencia como empleada fue la génesis de su negocio. Y es que Carmen -nacida y criada en La Carlota, un pueblo de la campiña cordobesa-, se da cuenta de que ella podría montar algo similar; es entonces cuando empieza a adquirir hierro, en 1983. “En un taller junto al río de Córdoba fabricaron para mí una máquina de corte de cartón”, con el mismo metal que había comprado.
Después se haría con una máquina impresora manual (“estaba muy estropeada puesto que tenía sus años, pero la dejé como nueva”), mostrando desde el principio cómo era capaz de desenvolverse como una ingeniera, casi, sin apenas haber cumplimentado los estudios primarios.
Poco a poco, Carmen va haciéndose con la maquinaria de su incipiente compañía para fabricar, manipular e imprimir cartón para embalar. Se va hasta Martorell para conseguir su primera grapadora de cartón (“para grapar las cajas”). Otro pasito más. El material lo va guardando en el almacén de un hermano, localizado en la capital cordobesa.
Deja de ser empleada pero ¡cuatro bocas que alimentar
Consigue dejar la factoría de cartón como empleada. Pero Carmen no estaba sola: debía sacar adelante a tres niñas. De modo que empieza a diversificar actividades: “mientras iba juntando maquinaria, se me ocurrió montar un taller de costura”, un ámbito mucho más feminizado que el negocio de su vida. Había que sobrevivir, pero no a cualquier costa. Porque quería hacerlo por sí misma, sin depender de los vaivenes a los que podría verse sometida como trabajadora por cuenta ajena.
PRÓXIMA PARADA
DESTINO: MÁLAGA
Cuando reunió la maquinaria necesaria para montar su negocio, Carmen puso rumbo a Málaga. Fue en septiembre de 1984. La Costa del Sol aparecía en su horizonte como Tierra Prometida en un corazón, el suyo, que a golpe de tesón latía cada día en busca del pan. Alquiló una nave industrial que fue su pequeña factoría, la primera y única de cajas de embalaje en Málaga; también el hogar para ella y sus hijas: Mari Carmen, María José y Desirée.
Los 80
Los años ochenta seguían siendo duros para quienes se atrevían a emprender un proyecto de estas características. Siendo mujer, sin recursos ni respaldo familiar, todavía mas. Lo que relata la matriarca de la familia Ots no es una historia de Charles Dickens o de Benito Pérez Galdós: era la realidad de esa época. La suya en particular.
En su primera nave industrial, de apenas 400 metros cuadrados y localizada en el malagueño Polígono El Viso (en la calle Alcalde Segalerva Sierra), pasó literalmente tres años: “Allí puse mis camas y monté un refugio para mí y para mis hijas, ¡aunque parezca mentira!”. La fe y la fortaleza de espíritu en aquellos años, acompañadas de una capacidad de trabajo sobrehumanas, hicieron que superara todas las dificultades. Vivir en un recinto industrial, desangelado e inseguro durante las noches, sin apenas resguardo de las inclemencias meteorológicas… podía llegar a ser muy complicado. Para cuatro mujeres solas, todavía más.
Las trabas eran legión. Nada fue sencillo: ni el traslado en camión de las máquinas acumuladas, ni el montaje de estas, ni el acondicionamiento de una infraestructura, en la propia nave, anticuada (“el cableado era muy viejo y no me daban los papeles para abrir”). A veces, sin embargo, el samaritanismo aparece. “Siempre hay personas buenas. Mi situación llegó a oídos de la gente de una fábrica cercana que no solamente me regaló el cableado nuevo… ¡un trabajador vino y me los instaló!”.
Cartonajes Malagueños, una empresa de Málaga
1984, ¡abrimos Cartonajes Malagueños!
Así nace Cartonajes Malagueños, con Carmen Ots y su prole femenina trabajando a destajo, y a contrarreloj, para entregar los primeros pedidos de cajas de cartón a la mayor celeridad. Mari Carmen, María José y Desirée, las hijas de Carmen, tenían 16, 13 y tres años de edad, respectivamente. La idea era producir rápido y obtener beneficios para invertir en más maquinaria; a estas alturas, Carmen sabía qué hacer con las cajas de cartón para empaques, envases… Se hizo con una plancha.
Carmen era pluriempleada en esa época. Además de su negocio en ciernes, completaba sus ingresos limpiando naves en el polígono.
Los fines de semana no existían para ella; tampoco el ‘concepto descanso’. “Por las noches me dedicaba a recoger cajas vacías, así podía sacar direcciones y visitarles… otras cogía cartón viejo”.
La subsistencia era dura: “había que juntar para comer, así de simple”. Pero su espíritu emprendedor siempre fue muy fuerte: “me gusta trabajar para mí, sin recibir órdenes de nadie”.
Una fuerte genealogía femenina
La fundadora de Cartonajes Malagueños contó, en todo momento, con tres pilares fuertes: sus hijas. El tesón y el trabajo familiar -que con los años fue tomando forma de equipo profesional-, fueron claves para que esta mujer hecha a sí misma viera cómo las puertas, progresivamente, se le iban abriendo…
Cartonajes Malagueños, como fábrica y comercializadora de productos de cartón, fue asentándose en el mercado local, provincial y regional.
“Compré 800 metros de terreno, avalada por mi primo, para levantar la que sería mi fábrica definitiva, en 1987. A los dos años empecé a construir”. Cinco años después, en una especie de loft ya acondicionado como vivienda, Carmen y sus hijas pudieron por fin tener una residencia digna. Atrás quedaban los tiempos difíciles.
Ya en 1989 la empresa dio un salto cualitativo y, de ser esencialmente familiar, se abrió a operarios contratados. La década de los noventa comenzó con la creación de una sociedad empresarial de la que participarían las cuatro mujeres. Mientras tanto, la innovación continuaba, así como la ampliación de personal.
Desde 1984… hasta el siglo XXI
“Estoy orgullosa de todo el recorrido de Cartonajes Malagueños. La unión hace la fuerza. Estoy orgullosa de mis tres hijas, que han crecido estudiando, preparándose a fondo y dedicándole mucho tiempo a un negocio que hoy nos pertenece a todas nosotras. Ellas son quienes siguen haciendo crecer nuestra empresa. Para mí, que soy su madre, son unas mujeres de gran talento”.
Carmen Ots Luna, fundadora
Mari Carmen
Para Mari Carmen, la primogénita, la digitalización del mercado ha sido muy positiva, aunque sigue apostando por una política comercial en la que “el contacto personal, directo, con el cliente, es fundamental”.
Destaca cómo en los últimos años el consumo de cartón ha mejorado, ostensiblemente, con el aumento del comercio online.
María José
María José, la mediana, recuerda la dureza de los inicios, “descargando los camiones a mano”, siendo ellas unas niñas. En un espacio tan masculinizado como un polígono industrial, en los años ochenta, aquella debía ser una imagen extraña (“se quedaban mirando”, rememora).
Desirée
Desirée, la benjamina de la familia, describe con admiración a la matriarca del clan: “Ella nunca se ha venido abajo, a la hora de emprender, por ser mujer… al contrario, le ha dado más fuerza para seguir… siempre ha sido muy avanzada”.
Polígono Industrial Alameda
El Polígono Industrial Alameda es, hasta ahora, el último destino de Cartonajes Malagueños. La nueva nave, de alrededor de 6.000 metros cuadrados, alberga la fábrica desde 2001. Su inauguración oficial, en 2002, fue un auténtico acontecimiento para la familia de Carmen Ots Luna.
Dedicadas a la dirección comercial y contable, así como a la gestión administrativa, las hijas de Carmen Ots no recogen su testigo, en realidad. Puesto que han crecido con la compañía, han mamado literalmente el negocio y sienten pasión por una empresa que, después de tres décadas, se ha afianzado como fabricante de cartón.
Gracias, en especial, a una labor seria e incansable, un aprendizaje e innovación constantes, y una fuerza matriz simbolizada por una gran mujer que creyó en su aventura empresarial y fue capaz de superar sus delicados límites a base de esfuerzo y pasión.
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